El códice mexica by Sixto Paz Wells

El códice mexica by Sixto Paz Wells

autor:Sixto Paz Wells
La lengua: eng
Format: epub
editor: Editorial Kolima
publicado: 2019-04-25T00:00:00+00:00


* * *

1 Mex. Casa baja de adobe donde se toman baños de vapor.

V. Malinalco, la pirámide de

los Temascales

Llegó el día del viaje. Después de despedirse de su novio en el aeropuerto y de hacer los trámites necesarios, se dirigió a la puerta de salida. Estaba sentada revisando su ordenador portátil cuando se le acercó un hombre alto de cabello oscuro y bigote, vestido como corresponsal de prensa con chaleco y todo, llamando su atención.

–¿Doctora Esperanza Gracia de la Universidad de Chicago?

–¡Sí, yo soy! ¡Dígame!

–Mucho gusto. Me he incorporado en el último minuto a su expedición. Me presento, soy Jim Reed, del Washington Post.

–¡Pensé que el Washington Post se dedicaba más a asuntos políticos que a temas arqueológicos!

–¡Así es, doctora, pero al parecer podría haber ciertas implicaciones políticas en el códice mexica que han interesado a la redacción del periódico!

–¿Implicaciones de qué tipo, señor Reed?

–¡Eso lo verificaremos en el lugar y a su debido momento, doctora!

–¿La doctora Victoria Garza sabe esto y lo ha autorizado a usted?

–¡Sí, por eso sabía de su viaje y horarios! ¿No le importa que la acompañe en el vuelo, verdad?

–¡No, para nada!

–¡Estupendo, porque no quería importunarla!

Estaban en la sala de espera aguardando el vuelo a México. El periodista aprovechó para hacerle una primera entrevista. A Esperanza se le ocurrió entonces levantar la mirada y vio a una persona que le llamó la atención. Era una mujer de apariencia indígena, regordeta, de unos cuarenta y cinco años, pelo negro largo y vestida con una túnica roja, que la estaba mirando fijamente. Pensó que algo de ella le llamaba la atención o le recordaba a alguien porque además aquella mirada era penetrante e inquisitiva. El asunto le daba mala espina y trató de no prestarle más atención. Bajó los ojos y al minuto los volvió a levantar y esa persona ya no estaba. Extrañamente no la volvió a ver ni en la cola para embarcar, ni dentro del vuelo, pero cuando estaba en el aeropuerto de Ciudad de México esperando para recoger su equipaje, estaba nuevamente allí agazapada detrás de una columna del edificio, observándola. Buscó a su acompañante, el corresponsal, que se había pasado durmiendo todo el vuelo después de beberse un whisky, y le dijo:

–¡Señor Reed, fíjese en esa mujer de apariencia indígena que hay detrás de la columna!

–¿Qué columna?

–¡Mire allí, a su lado derecho!

–¿Qué hay?

–¿Ve a la mujer?

–¡Hay muchas mujeres allí recogiendo maletas, doctora!

–¡Fíjese en la señora de la túnica roja!

–¡Yo no veo a nadie con una túnica roja!

–¡No puede ser que usted no la vea, señor Reed!

–Pues, no, no la veo.

Esperanza miró nuevamente y realmente ya no estaba. Todo ello le estaba resultando intrigante. Al salir fuera estaba allí el chófer de don Ángel Ruiz esperándola, circunstancia que aprovechó el periodista para pedir que lo dejaran en un hotel del centro. Cuando ya estaban en los alrededores del hotel, el periodista se preparó para bajarse del coche.

–Estaré pendiente de la doctora Garza para participar en la salida, doctora Esperanza.

–¡Muy bien, seguimos en contacto,



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